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Corazón de Alcachofa

En este espacio se comparten herramientas para conocerse, quererse y cuidarse.

Los símbolos presentes en la naturaleza, el Tarot, las artes y en mi propia historia son nuestro medio de comunicación y aprendizaje.

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La vejez y los pájaros carpinteros

  • Foto del escritor: Josefina Lagos
    Josefina Lagos
  • hace 4 días
  • 2 Min. de lectura

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Una tradición antigua dice que los pájaros carpinteros dan mala suerte y a mí me encanta entender por qué se generan esas creencias.


Los pájaros carpinteros vienen a los árboles que se están muriendo porque ahí donde más encuentran vida: infinitos bichos alojando en ese tronco que se va descomponiendo de a poco. Los bichos que acusan esa descomposición son el alimento de las aves.


¿Y qué es la descomposición al fin y al cabo? ¿Qué pasa con los árboles cuando se descomponen?


¿Será mala suerte que esté transformándose el bosque?


Depende. Pero si los árboles decidieran no transformarse nunca la vida dejaría de existir.


Hace algunos veranos el bosque en el que se aloja mi casa se llenó de pájaros carpinteros y ese mismo otoño atravesamos una transformación importante como familia.

Hace algunas semanas sentí que el viento estaba soplando fuerte de nuevo y me iba a tocar otra vez desprenderme de las hojitas.


Quise ir a ver a los pájaros carpinteros porque ellos son mis compañeros de muerte. Fuimos hasta el volcán con la Aurora y la Colomba porque allá, en el camino de los cráteres, los encuentras siempre.

Pero no, no los encontramos.


Lo bonito fue dos días después, cuando venía con las niñas llegando del colegio y los pájaros carpinteros estaban esperándonos en la entrada de la casa.


Entendí que no, que no dan mala suerte.

Te enseñan que la vida se trata de desprendernos una y otra vez de eso que ya no nos pertenece para encontrarnos con lo más profundo de nuestra esencia.


A veces nos aferramos a al follaje, a lo que está en la superficie: el trabajo que hacemos, el rol que cumplimos en un determinado grupo. Los diplomas y el status.


Pero la vida, a veces, nos enfrenta a las transformaciones aunque no queramos, porque aunque Dios pone la semilla, los seres humanos tenemos que saber regarla y no somos nosotros los únicos responsables de esa regadera.


La vida nos enfrenta a transformaciones que no queramos, también, porque los años pasan. Porque todos los seres humanos vamos caminando hacia nuestro otoño: la etapa final de la vida. Y el pelo se pone blanco y el cuerpo va cambiando hasta que, finalmente, parte de eso a lo que nos aferrábamos deja de existir de alguna forma. Quizás, porque te jubilaste y ya no tienes el mismo cargo. Quizás porque no cumples el mismo rol que cumplas antes en el grupo familiar al que perteneces.


Algo se está transformando, es cierto. Pero por dentro la riqueza es indiscutible.

En el otoño, los árboles botan sus hojas pero el tronco sigue creciendo de todas formas y las raíces son cada vez más profundas.


¿A qué te aferras tú cuando se te caen las hojas?

¿Dónde están tus raíces?


Me parece que no, que no dan mala suerte los pájaros carpinteros. Nos enseñan que la riqueza es otra, no más. No la que se ve a simple vista.

 
 
 

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