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Corazón de Alcachofa

En este espacio se comparten herramientas para conocerse, quererse y cuidarse.

Los símbolos presentes en la naturaleza, el Tarot, las artes y en mi propia historia son nuestro medio de comunicación y aprendizaje.

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Enredaderas y viajes

Actualizado: 4 ene 2019



La melisa estaba plantada en el suelo, pero se las arregló para viajar y plantarse solita en los dos maceteros de papiro que había en la terraza. La enredadera de jazmín estaba en el suelo, también, adosada a una pared. Yo había puesto clavos, incluso, además de un cordelito que pensé que iba a servirle como guía. Pero ella tenía otros planes y se valió -me imagino- de algún abejorro, para arrimarse a los dos maceteros de naranja y mandarina.

Díganme ahora que es casualidad. Que las cosas pasan por azar no más. Yo creo que la naturaleza es perfecta y tiene su orden.


Los seres humanos vinimos de alguna forma a romper con ese orden y es eso lo que hace que la vida sea tan entretenida y desafiante: necesitamos romper ese orden y al mismo tiempo volver a encontrarlo.

Nuestro interior, también, tiene su propia naturaleza, su propio orden. Venimos al mundo llenos de potencialidades, pero –naturalmente- tenemos que adaptarnos al medio: construir una máscara, o algún vehículo que nos permita avanzar a salvo. Las potencialidades ocultas emergen poco a poco. Y encontrar armonía entre todos estos seres que ordenan y desordenan al mismo tiempo es un desafío gigante. Tan grande que muchas veces no cabe entre nuestros planes y nuestros razonamientos.


Y por eso a veces el jazmín trepa y se arrima a un naranjo, cuando en realidad habíamos planeado que creciera en la pared y tapara por fin el cemento que ya lleva mucho tiempo pelado. Podemos pasar toda la vida poniendo clavitos en la pared y frustrándonos porque nuestros planes no resultan cómo esperábamos. O agradecer el orden natural en que se dan las cosas.


Las virtudes más lindas pueden transformarse en nocivas cuando están en exceso. Es probable, también, que llegue un momento en el que nos demos cuenta que las enredaderas están esparciéndose por la casa y que no nos gustan. Llegó, quizás, el momento de tomar las riendas y puede que poner algunos clavos en la pared no sea tan mala idea.


Según Heidegger, existen dos tipos de razonamiento: el pensar calculador y la reflexión meditativa. El calculador es el que cuenta siempre de antemano con determinados resultados y caracteriza a todo pensar investigador o planificador. La reflexión meditativa, en cambio, es la que observa las circunstancias naturales y está abierta a obtener conclusiones inesperadas.


Es bueno, a veces, sentarnos a pensar como llevamos el equilibrio entre estos dos tipos de razonamiento. Cualquiera de los dos, en exceso, podría hacer que nos desviáramos de nuestro propio camino.



Si crees que a alguien podría ayudarle leer este relato, me encantaría que se lo compartas.

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