Y aquí estoy yo de nuevo, con un poco de cara de nervio de haber tomado la decisión. En mi rincón de suculentas que de alguna forma representa mucho de lo que he ido construyendo y me gustaría entregar.
Porque crecen en la misma tierra de la que les hablaba; tierra que transformaron los gusanos; y que tiene -a veces- cáscaras de huevo o cuescos. Una tierra imperfecta, como todas las tierras, creo. Pero ansiosa de empezar esta nueva parte del camino.
Corazón de Alcachofa nació con la idea de tener una casa para dar conocer todo lo que hace un tiempo no figuraba en “Autobiografía”; principalmente los Talleres de Autoconocimiento y las Lecturas de Tarot.
Me acomodaba tener dos portales diferentes, sobre todo porque los públicos son distintos y porque existen personas a las que les cuesta ver el Tarot de la misma forma como yo lo concibo.
Se abrió así el camino y el Instagram. E invité a participar a la Caro. Empezamos juntas este proyecto, pero la vida siempre nos sorprende con sus planes. A ella la sorprendió la maternidad y -sobre todo- las ganas de estar en pausa. Igual que su Matu, me dijo “paso” y recién, ahí, me di cuenta de que yo necesitaba también emprender sola este proyecto. Para encontrar en mí las luces. Y el coraje que me hacía falta para lanzarme.
Me comuniqué, entonces, con la diseñadora que me ayudaría a hacer la página web de Corazón de Alcachofa.
-¿Otra página? -me dijo- ¿Y por qué dos?
Me dio varias razones sensatas por las cuales era más conveniente tener Autobiografía y Corazón de Alcachofa en un mismo portal. Era sábado y yo estaba con Seba y las dos niñitas dando vueltas mientras trataba de escuchar la voz desde el otro lado del teléfono.
Habíamos pedido un ceviche.
Cuando alguien logra convencerte tan fácilmente de tomar una decisión es porque en el fondo te morías de ganas de hacerlo desde antes. Yo estaba a punto de ser convencida con mucha facilidad.
Poco después de haber terminado la llamada, llegó el ceviche.
-¡Perdón el atraso! -me dijo el tipo de la moto. -No encontraba su casa. Pero oiga, si quiere que la encuentren, ¿por qué no pone un numerito afuera?
Y tenía toda la razón. La numeración de mi casa ha estado siempre media escondida y no hay nadie que no se pierda antes de entrar la primera vez.
En mi cabeza, las palabras del tipo de la moto fueron la guinda de la torta.
Pensé que si en mi interior las diferentes formas a través de las cuales me gusta contribuir a los que me rodean están tan integradas, no tiene mucho sentido que desde afuera se viera todo tan separado. Que si alguien puede beneficiarse de alguna forma a través de mi trabajo es bueno que lo sepa y para que pueda saberlo es bueno que me dé a conocer tal cual soy.
Como dicen por ahí, ¡es lo que hay no más!
Y aunque las diferentes “pegas” sean independientes, todo lo que hacemos nos enseña, influyendo a su vez en la forma en que vemos y construimos las cosas. Con tanta traba estaba guardándome la numeración para mí sola e impidiendo que las personas encontraran mi casa.
En este blog estaré compartiendo herramientas para aprender a escucharnos. Reflexionar sobre nosotros mismos y la relación con los que nos rodean. Del exterior estoy siempre rescatando símbolos, que son mi medio de comunicación y aprendizaje. Símbolos de las artes, de la naturaleza. Y a veces -también-, de mi propia historia.
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